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El uso del Crédito Bancario Empresarial: Cuando el Crédito se Vuelve Tóxico
Posted By Ceci On 28 junio, 2010 @ 8:24 In Edición 33,Finanzas | 1 Comment
Por: Renata Herrerías y José Luis Limón
Las empresas mexicanas realizan un esfuerzo considerable para nacer, mantenerse y crecer en un entorno económico complejo y competitivo, en donde los cambios se han vuelto vertiginosos. Los riesgos de fracasar son altos y, por desgracia, son constantes. Dicho esfuerzo exige inversiones importantes y constantes en recursos materiales y en capital humano, demandando disponibilidad de capital estable y suficiente.
De acuerdo con las teorías sobre la selección de fuentes de financiamiento para operación y crecimiento (Pecking Order Theory), la empresa y sus administradores seleccionan primero fuentes internas y, cuando éstas se agotan, recurren a las externas. De éstas, se opta primero por las menos riesgosas como instrumentos de deuda, y queda como última alternativa al financiamiento a través de capital accionario.
En México, la mayoría del capital de arranque es suministrado por los accionistas y subsecuentemente la operación y crecimiento se soporta con el efectivo que genera la empresa. Aun así, una parte constante y significativa de la operación y de la expansión depende del financiamiento que recibe de fuentes externas, entre las cuales, el crédito bancario juega una posición preponderante. Pero cuando el crédito bancario llega a la empresa, ¿qué pasa con los recursos? ¿Se usan de forma adecuada y según los compromisos establecidos con el banco? ¿Cuándo se convierte el crédito en el detonador del fracaso de la empresa?
En su definición más simple, el ahorro y el crédito son instrumentos que modifican el patrón de consumo de los individuos o de las empresas. Se ahorra para consumir lo mismo o más en el futuro y se pide crédito para consumir más hoy. Un individuo solicita un crédito porque desea consumir hoy en lugar de hacerlo después, y para eso está dispuesto a pagar un precio (tasa de interés). Por su parte, una empresa en marcha necesitará recursos externos cuando desee expandir sus operaciones o bien cuando exista disparidad en sus ciclos operativos. Los recursos que recibe por un crédito deben de tener un propósito definido, el cual genere valor económico para la empresa y sus dueños y asegure el repago del capital e intereses.
El financiamiento bancario debe de ser un factor que fortalezca a la empresa, como el efecto de las vitaminas en el cuerpo humano. Cuando el crédito no cumple con estas funciones y se destina a actividades que no agregan valor, el efecto es totalmente contrario y se convierte en el elemento tóxico dentro de la empresa.
Por lo general, las empresas disponen de una nueva generación de ejecutivos financieros con igual o mayor capacidad que un funcionario bancario para juzgar de forma competente un problema financiero y los riesgos asociados a éste. Cuando se toma la decisión de solicitar un crédito, se supone que está claro el destino de los recursos y el valor que le agregarán al negocio.
Incluso cuando se tiene idea del destino de los recursos, se ha visto que muchos ejecutivos conocen poco sobre la naturaleza del negocio bancario, sobre la manera de razonar de los banqueros y sobre el manejo adecuado de los recursos externos. La poca comprensión de las distintas etapas del proceso de crédito tiene repercusiones desde la pobre elaboración y presentación de la solicitud de financiamiento, hasta el mismo manejo inadecuado de los recursos recibidos. El impacto principal será que el beneficio que se supone aporta el uso del crédito bancario en la empresa disminuye de manera gradual y, en algunos casos, desaparece. La consecuencia última es que el crédito se convierte en ese elemento tóxico que, por sus efectos, puede poner en peligro tanto a la empresa como al banco que la financió.
La historia es simple: el dinero no se usa para lo que se solicitó; la empresa no genera efectivo adicional para pagar el crédito y entonces deja de pagarlo; al dejar de pagar el pasivo aumenta; si aumenta el pasivo descontroladamente se puede llegar a la quiebra. El daño de un crédito mal solicitado y mal administrado puede ser muy grande, tanto para la empresa que lo recibió, como para el banco que lo otorgó, porque se pone en juego los recursos de los depositantes.
Figura 1. Consecuencias del mal uso del crédito
Los bancos tienen como responsabilidad velar por los capitales que le son confiados por el gran público ahorrador. Su misión central es la transformación de dinero líquido y disperso en recursos para proyectos productivos o para permitir el consumo de bienes en el presente. La misión de un sistema bancario nada más puede cumplirse mediante el reembolso adecuado y productivo de los créditos otorgados y a través de la minimización de los riesgos. Los riesgos se minimizan o, al menos, se controlan cuando se valoran de forma correcta, cuando las reservas para créditos malos son suficientes, y cuando se entiende el entorno económico en el que operan los clientes. El análisis de crédito y la administración del riesgo a nivel individual o de portafolio es para aceptar sólo aquellas propuestas de crédito que representen un riesgo razonablemente admisible.
El eje del buen otorgamiento de crédito es que la asimetría de información entre la empresa y el banco disminuya. Es decir, el banco debería conocer a la empresa tanto como la conoce el empresario mismo. La información que entrega la empresa al banco junto con las entrevistas y las visitas a la empresa tienen como objeto minimizar dicha asimetría para que el banco tome las mejores decisiones.
Sin embargo, las empresas se limitan a cumplir con los “requisitos” del banco. A decir de las empresas, los bancos nada más requieren el llenado de formatos como la solicitud de crédito, el acopio de documentos y la aclaración de ciertos aspectos, sobre todo relacionados con la contabilidad. Durante las entrevistas con el ejecutivo bancario o la visita a la empresa para la recopilación de información adicional, la percepción de superficialidad no desaparece; el ejecutivo se limita a rellenar los cuestionarios que el banco le requiera sin profundizar, y por lo tanto, sin conocer a plenitud el negocio y sus riesgos. Por su parte, el empresario tampoco se esfuerza por dejar en claro cuáles son las dificultades del negocio, sus riesgos inherentes y sobre todo, cómo se resuelven y disminuyen esos problemas.
Si el planteamiento que hacen los administradores de la empresa sobre sus necesidades de financiamiento y el análisis sobre el desempeño pasado y las expectativas de desarrollo es inadecuado o muy pobre, entonces será el banco quien tome el liderazgo en las negociaciones. La posición de dominio del banco permanecerá, no nada más durante la negociación, sino también durante la definición de los productos crediticios, así como en el establecimiento de los términos y condiciones de la contratación del crédito.
Las empresas tienden a interaccionar bajo un modelo muy básico con el banco, que lejos de usar herramientas de diagnóstico para plantear correctamente sus necesidades financieras, se limitan a proporcionar estrictamente los datos solicitados. El empresario acepta pasivamente al proceso de los bancos como una “caja negra” a la que hay que suministrar datos, documentos y respuestas puntuales a preguntas concretas. Se acepta como un misterio el proceso de la información para llegar a una decisión y se considera que los bancos tienen un lenguaje y mentalidad incompatibles con la del empresario. Es así como las propias empresas auto-limitan su capacidad y habilidad para negociar con los bancos.
Por otra parte, tampoco conocen los productos que ofrecen los bancos y su potencial para cubrir necesidades y no analizan los términos y condiciones que se habrán de cumplir para su correcto reembolso. De esta forma, simplemente se adaptan a las características y requisitos del crédito recibido. En otras palabras, son los bancos quienes deciden cómo, cuándo y cuánto.
Así, el mayor error que comete el empresario es limitar la suficiencia y calidad de la información que entrega, además de no explicar con detalle el funcionamiento del negocio y los datos que lo sustentan. A menor cantidad de información, menos elementos de decisión tendrá el banco y por lo tanto el margen de negociación de la empresa será más limitado. Por el contrario, el conocimiento y comprensión integral del negocio y la transparencia con la que el empresario dé a conocer su negocio, refuerza la confianza del banco y de quienes toman las decisiones. Las empresas se equivocan al no preparar un informe organizado, más allá de la solicitud de crédito, que transmita el entusiasmo y confianza de ésta en su futuro y en los beneficios que el crédito aportará, asegurando el reembolso en tiempo y forma.
El crédito bancario es un elemento fundamental para el crecimiento y desarrollo de un negocio. Cuando los recursos externos se usan para invertirlos en proyectos rentables y que generen valor por encima de los costos de obtenerlos, se traducen en beneficios no solo para la empresa y sus dueños, sino para la sociedad en general. El empresario lleva la responsabilidad de disminuir la asimetría de información con el banco y de dar un uso responsable y serio de los recursos que recibió, que finalmente, son los recursos de todos. ?
Referencias
Clayman M.R., Fridson M.S. y Troughton G.H. (2008), Corporate Finance: A practical Approach, CFA Institute.
Abrahams C y Zhang M, (2009), Credit Risk Assessment: The new lending system for borrowers, lenders and investors, Wiley.
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